„Declaración de Wittenberg 2017“
de la 3a Conferencia Internacional „Radicalizando la Reforma” [1]
Sola justicia!
Radicalizando la Reforma – provocado por la crisis del sistema actual
“Que fluya el derecho como las aguas,
y la justicia como arroyo inagotable” (Amós 5.24)
Justicia es el grito de la mayoría de la población mundial – y de nuestro planeta, que está supeditada a la lógica, el espíritu y la práctica del capitalismo imperial desde hace 500 años.
Justicia es el hilo rojo de la Escritura – de la Biblia hebrea y de las escrituras mesiánicas del Segundo Testamento.
“Liberación a la justicia” es el título del primer tomo de nuestra serie de libros “Radicalizando la Reforma”.
Dijo Martin Lutero al ver el capitalismo temprano naciente:
“Si permanecen las compañías (bancarias y comerciales), derecho y honradez se perderán. Si se quiere que queden derecho y honradez deben perecer las compañías” (Comercio y usura, 1524)!
Las catástrofes recientes causadas por esa civilización capitalista son la catástrofe climática y las demás crisis que arrastran a millones de personas de sus tierras y les hacen refugiados. Esa civilización mata y al mismo tiempo es suicida. A largo plazo tiene que ser sustituida por una cultura que también en el futuro haga posible una vida mediante relaciones justas. Pero hay crisis concretas en las que podemos y tenemos que comenzar inmediatamente con la resistencia y la transformación. Invitamos a gente de todas las comunidades creyentes y particularmente iglesias cristianas en la tradición de la Reforma a responder al kairos y
1. implementar el consenso ecúmenico mediante el rechazo de la civilización cada vez más totalitaria y capitalista y mediante el desarrollo de alternativas justas que posibilitan la vida;
2. participar en la lucha mundial de los campesinos rechazando el agro negocio y el acaparamiento de la tierra y apoyando una agricultura sustentable;
3. crear justicia para palestinenses y israelíes en solidaridad interreligiosa mediante la superación de la violencia notoria del derecho humano e internacional público contra el pueblo palestino por el Estado de Israel y también mediante el rechazo de las teologías, prácticas económicas y políticas que apoyan la ocupación de Cisjordania y el bloqueo de la franja de Gaza;
4. rechazar toda la violencia militar, sexual, racista, estructural y cultural y participar en acciones no violentas para la vida;
5. desarrollar instituciones y prácticas participativas en las comunidades creyentes, sociedades y la política – sobre la base de que ningún ser humano es ilegal sino que todos lleven (todos llevan) la imagen de Dios en sí mismos.
I. Justicia a través de la superación de la civilización capitalista
“Ningún sirviente puede servir a dos patrones” (Lucas 16.13)
Creemos que Jesús demanda de nosotros/as una decisión definitiva entre Dios y el dinero. Todos los seres humanos tienen el derecho básico a justicia, libertad, dignidad y paz. De ahí que Martín Lutero criticó firmemente el sistema injusto y capitalista opresora que estaba evolucionando. El sistema capitalista que todo lo domina desarrolla cada vez más un poder totalitario con todas sus consecuencias. Una de esas consecuencias es el crecimiento enorme de la migración forzada. El número alto de refugiados/as es la consecuencia de los pecados de la economía política y de la exportación de armas y guerras en países periféricos. La migración forzada de obreros/as sin formación en todas partes del mundo es la consecuencia de los mecanismos ocultos de la acumulación capitalista, integrada en la política económica neoliberal.
Confesamos que somos parte de una “cautividad babilónica”, que impide tanto el poder constructivo del espíritu revolucionario de la Reforma como los derechos civiles y sociales.
Rechazamos todas las formas de sistemas y prácticas, que impiden la libertad, la democracia y la participación de todos/as.
Llamamos a todas las comunidades creyentes y sus miembros a rechazar la “sabiduría” del dinero codicioso y a confiarse en la sabiduría de la cruz, reconstruir los sistemas económicos, políticos y sociales tanto como las instituciones religiosas de manera de que la dignidad y el valor de los seres humanos sean garantizados.
Apelamos a los cristianos y las iglesias a desarrollar caminos nuevos de misión para transformar los sistemas políticos para que sean más humanos.
Apelamos también a las comunidades creyentes, sínodos e instituciones misioneras de las iglesias a diseñar programas de acción que fomenten la paz y justicia en la sociedad.
Nos obligamos nosotros mismos a fomentar la fe cristiana y espiritualidad reformadora auténtica que confrontan esos poderes en la sociedad y la política que causan violencia, pobreza, depauperación y la adoración del aumento de capital. También nos obligamos a repartir los recursos de las comunidades con el fin de crear mejor igualdad económica y justicia.
II. Justicia a través de la agricultura ecológica sustentable y distribución de tierra
“Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre…” (Romanos 8.22)
Creemos que la misión de Dios para una vida en abundancia obliga a todos cristianos y todas las iglesias a participar intensivamente en el proceso ecuménico para “Justicia, Paz y preservación de la Creación”. Si realmente queremos escuchar las voces radicales de la Reforma, tenemos que abandonar un sistema económico internacional que acaba en acaparamiento de la tierra y destrucción de la naturaleza. La comprensión bíblica de la tierra enfatiza los valores de la subsistencia y lucha por relaciones sanas entre la tierra y seres humanos.
Confesamos quenosencontramos en la tradición de Lutero que legitimó el orden feudal-estamental no bíblico en contra de los campesinos y que tradiciones luteranas siguientes sacaron como consecuencia equivocada la declaración de la economía y política como autónomas, aunque Lutero rechazó firmemente el sistema económica capitalista temprano. Confesamos que sobre esa base luego las iglesias se adaptaron a la modernización, industrialización y especulación financiera con la agricultura y que la ética laboral protestante y el interés espiritual en el éxito económico hasta causó la fundación ideológica del capitalismo. Iglesias y teólogos muchas veces representaron una ideología y teología del desarrollo que apoyaron esto.
Rechazamos el sistema hegemónico imperial de la política neoliberal, el capitalismo financiero y sus modelos del agro negocio que causa desigualdades graves en las relaciones de producción y negocio. El acaparamiento de tierras continuo y el impedir las economías de subsistencia tanto como la práctica creciente de las monocultivos son abuso económico. Semillas genéticamente modificadas y el uso intensivo de pesticidas son modelos de producción extractivistas con un riesgo alto para los seres humanos y el medio ambiente.
Llamamos a las iglesias a comprender la justicia socio-económica y la justicia del medio ambiente como tarea clave de su misión. Hay que crear espacios para la reflexión, confrontación y propuestas alternativas desde una perspectiva liberadora sobre la agricultura y la utilización de la tierra.
Nos obligamos a luchar codo con codo con los movimientos que aspiran a relaciones más sanas entre la tierra y los seres humanos, a ayudar a desarrollar la política agraria de nuestras iglesias y sociedades e integrar esos temas en programas de educación. En esto hay que tener en cuenta los esfuerzos de reconocer e implementar la declaración de la ONU sobre los derechos de los agricultores.
III. Solidaridad interreligiosa para la justicia en Palestina / Israel
“Objetos de su misericordia… Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles” (Romanos 9.24).
Creemos con el apóstol Pablo que con el Mesías Jesús los contrastes étnicos, de clase y género tanto como las asimetrías de poder son superadas (Galatas 3.28). Estamos convencidos de que el anti judaísmo cristiano postconstantino y particularmente los panfletos detestables y horribles contra los judíos, que fueron utilizados por los Nazis como justificación de su asesinato de millones de personas, representan un crimen contra la humanidad. Pero también estamos firmemente convencidos de que cristianos y cristianas e iglesias no pueden enmendar esos crímenes callando ante las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional público por las que el estado Israel tiene que justificarse, es decir de su colonización de la Palestina histórica bajo las fronteras reconocidas por la ONU y por las purgas étnicas de los palestinos y palestinas.
Confesamos que nosotros mismos somos parte de esa larga historia del anti judaísmo cristiano y también del silencio de las iglesias cristianas ante la opresión insoportable de los palestinos.
Rechazamos todas las formas del antisemitismo y al mismo tiempo todas las teologías que soportan y legitiman la expropiación y opresión continua de los palestinos. Igualmente rechazamos la teología eclesial que predica reconciliación y diálogo sin justicia, que sirve de base para el silencio de las iglesias.
Llamamos a nuestras Iglesias, incluso a la Iglesia Evangélica de Alemania, a rechazar públicamente los escritos antijudíos de Lutero y al mismo tiempo a apoyar claramente a sus iglesias fraternales y gente de todas las comunidades creyentes en Palestina / Israel y en todo el mundo que demandan a sus gobiernos a vincular todos los programas de ayuda y cooperación con el estado de Israel, con la liberación de Palestina según las resoluciones de la ONU y los principios básicos de los derechos humanos. Eso también va a ayudar a liberar al estado de Israel de ser el opresor y a abrir caminos para una ciudad común de Jerusalén. Rogamos a todas las iglesias a seguir el ejemplo de muchas iglesias, particularmente en los EE.UU, África del Sur, Escocia, que apoyan métodos no violentos de boicot, la desinversión, y las sanciones (BDS), como ya fueron demandados por la sociedad civil palestina en 2005. Este llamamiento fue confirmado en el 2009 por las iglesias de la región y debería ser reafirmado hoy – ante la colonización ilegal de Cisjordania desde hace ya 50 años y del bloqueo inhumano de la franja de Gaza. También pedimos a las iglesias a desarrollar estándares claros para todos los viajes eclesiásticos en la Tierra Santa.
Nos obligamos a rezar por la paz y justicia en Palestina/Israel y a trabajar en todos los niveles mencionados para corresponder nosotros mismos a esas obligaciones teológicas y políticas. Eso incluye el desafío de convertirse en Iglesia confesante, intervenir a favor de la desobediencia civil no violenta, acoger refugiados de la región y colaborar con gente de cualquier creencia y convicción para desarrollar una cultura de la vida tanto allá como acá.
IV. Justicia a traves de la acción no violenta
“La paz les dejo; mi paz les doy” (Juan 14.27)
Creemos que el evangelio es esencialmente “el evangelio de la paz” (Ef 6.15). En esta paz no se trata solo de la paz de los seres humanos con Dios, sino también de la paz entre los seres humanos y con la creación. El evangelio es sin violencia – prometiendo, invitando, dando la bienvenida, atestiguando – nunca haciendo presión o exigiendo. Frente a las crisis actuales eso significa: La paz es la base de la justicia.
Confesamos, que la acción no violenta es una característica esencial del testimonio cristiano en el mundo. La violencia nunca puede servir como medio para lograr un objetivo, porque Dios ha reconciliado todas las cosas consigo (Col 1.29s.). Practicar la paz significa participar en acciones bien disciplinadas y organizadas sin violencia para influir en contextos especiales en los que hace falta un cambio social.
Rechazamos todas las formas de violencia – de todo tipo de violencia estructural, técnica, militar, física y psíquica – y además el abuso de la religión para la justificación de violencia. Rechazamos además el comercio internacional de armas que sigue llevando la violencia alrededor del mundo. La violencia es universal, se muestra en la práctica dominante de identificar a otros como “enemigos”, especialmente cuando se hace de los otros chivos expiatorios. Jesús murió como el último chivo expiatorio para terminar con las espirales del miedo las cuales nos conducen a hacer a otros chivos expiatorios. Necesitamos urgentemente este entendimiento no violento de la cruz en este momento histórico.
Llamamos a nuestras iglesias a recibir la bendición de la paz integral (Schalom, Salaam) de Dios: relaciones con Dios, otros seres humanos y la creación entera que dan la vida. Poner en práctica la paz significa vivir, hablar y actuar sin violencia. Llevar a la práctica la paz empieza con cómo se habla – sin violencia retórica. Ejercitar la paz es actuar justamente: escuchar, dar la bienvenida perdonar, compartir, dar, sanar, ser misericordioso y ayudar. Todos esos son hechos de la resistencia en contra de la violencia. En este contexto nos sentimos llamados a edificar un diálogo mutuo y consciente, en particular en vista de la diversidad del origen, étnia, género, lealtad política y especialmente religión, para combatir los prejuicios y estereotipos para que pueda crecer la humanidad y una vida armoniosa.
Nos obligamos a participar en la vida común de todos, en una comunidad política que está caracterizada por conductas pacíficas y el anuncio de la verdad. Además nos obligamos a capacitar a la próxima generación, niños y jóvenes, a rechazar la violencia. Ejercitar la paz significa guardar sosteniblemente los esfuerzos de la “Decada de la superación de violencia”. Debemos evaluar con realismo la propia responsabilidad, porque solamente así se puede alcanzar la paz en el mundo.
V. Justicia a través de resistencia y transformación
“Porque Cristo es nuestra paz: de los pueblos ha hecho uno solo, derribando en su carne el muro de enemistad que nos separaba” (Efesios 2.14).
Creemos que los conocimientos teológicos reformadores liberan a los seres humanos del miedo y la cautividad en el sistema imperante y que nos empodera para abogar por la justicia y el bien común, a velar por los prójimos en toda la comunidad global. Lutero se enfrentó con los desafíos sistémicos de su tiempo. Tenemos que hacer exactamente lo mismo.
Confesamos que muy a menudo consideramos a quienes no creen, miran o viven como nosotros como si no fueran creados según la imagen de Dios. Este dualismo del “nosotros” en contra del “ustedes” es todo lo contrario al corazón del evangelio. Intentamos ser mediadores más efectivos de las implicaciones públicas del evangelio. Podríamos transformar a quienes se dejan engañar por el enojo y la frustración de llamadas populistas. Ellas le echan la culpa a los que son diferentes de nosotros.
Rechazamos las formas de expresar un egocentrismo “nacional” y la xenofobía que hoy atrae mucha gente. Negamos también el abuso de la religión para excluir o explotar a los otros en vez de hacer puentes entre los seres humanos de otra fe y otro origen.
Llamamos a las iglesias e instituciones de educación a procurar una teología liberadora pública que influya de una manera efectiva y transformador) en las injusticias sistémicas económicas, políticas y económicas y ayude superarlas. Pues esas son las causas principales de los múltiples sufrimientos de los seres humanos. También llamamos a hacer responsable a los gobiernos de esas injusticias.
Nos obligamos a de vivir juntos con los migrantes, nuestros nuevos vecinos, como iguales entre iguales, desarrollar relaciones y ser abiertos para ser transformados por estas relaciones.
Pedimos urgentemente a las congregaciones y otras comunidades dedicarse en estudios bíblicos críticos de los desafíos sistémicos en sus contextos locales y globales. Así pueden animar a personas a percibir críticamente los sistemas que influyen en sus vidas, reflexionarlos, resistirlos y transformarlos para alcanzar la dignidad y la justicia para todos.
„El producto de la justicia será la paz” (Isaías 2.17).
[1] Traducido al Español por Cornelia y Martin Hoffmann